Tras los párpados de la noche,
duerme el iris
abrazado a mi pupila.
El orvallo
resbala en mi piel,
y la oscuridad
guía mis pasos
hacia tu morada.
Mis manos,
tiemblan heladas
sujetando un cigarrillo,
mis labios,
morados,
intentan recordar
el sabor de un beso.
La sangre recorre mi cuerpo,
adormeciéndolo,
el estado de inconsciencia
me lleva, hacia ninguna parte,
sin rumbo.
Duermo refugiado entre cartones,
-¡Maldita droga!
Billete del averno
compañera de la soledad.
4 comentarios:
Mal billete a ninguna parte es la droga, sí! Me encantó!!! Cuidado con los infiernos!
Estupendo final, Francisco!
Una cruda realidad, el cuerpo busca refugio cuando el alma se funde en soledad.
Genial poema, abrazos!
Diana
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